oh adioses a una tierra y otra tierra,
a cada boca y a cada tristeza,
a la luna insolente, las semanas
que enrollaron los días y desaparecieron,
adiós a esta y a aquella voz teñida
de amaranto, y adiós
a la cama y al plato de costumbre,
al sitio vesperal de los adioses,
a la silla casada con el mismo crepúsculo,
al camino que hicieron mis zapatos.
me difundí, no hay duda,
me cambié de existencias,
cambié de piel, de lámpara, de odios,
tuve que hacerlo
no por ley ni capricho,
sino que por cadena:
me encadenó cada nuevo camino,
le tomé gusto a tierra a toda tierra.
y pronto dije adiós, recién llegado,
con la ternura aún recién partida,
como si el pan se abriera y de repente
huyera todo el mundo de la mesa.
así me fui de todos los idiomas,
repetí los adioses como una puerta vieja,
cambié de cine, de razón, de tumba,
me fui de todas las partes a otra parte,
seguí siendo y siguiendo
medio desmantelado en la alegría,
nupcial en la tristeza,
sin saber nunca cómo ni cuándo
listo para volver, mas no se vuelve.
se sabe que el que vuelve no se fue,
y así la vida anduve y desanduve
mudándome de traje y de planeta,
acostumbrándome a la compañía,
a la gran muchedumbre del destierro
bajo la soledad de las campanas.
by neruda
Thursday, October 05, 2006
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